En esta publicación hago un resumen de una artículo homólogo aparecido en Derecho a Leer. Esto muestra que el exitísmo camporista es pura bulla y demagogia, muy similar a lo que sucedió en los últimos 40 años de historia Argentina cuando les tocó gobernar a los peronistas...
—A partir de este momento, hagamos lo que hagamos, el Titanic se irá a pique.
—¡Pero este barco no puede hundirse!
—Está hecho de hierro, señor. Le aseguro que sí puede. Y lo hará. Es una certeza matemática.
Se dice que una de las grandes falencias humanas para anticipar problemas futuros es su incapacidad para comprender la función exponencial. Habría que agregar a esto, su incapacidad para comprender como las leyes de la economía no escapan al Segundo Principio de la Termodinámica.
Hay que decir, que nuestra época es completamente adicta y dependiente de la energía. La energía abunda en el Universo, pero sólo aquella que es capaz de realizar un trabajo es la que sirve. Con el petróleo, nos hemos acostumbrado a obtenerla demasiado fácilmente.
Pero ni críticos, ni propios, se detienen a analizar esta sutileza: cuál es la disponibilidad futura de los hidrocarburos. En las actuales circunstancias, el recurso depende tanto de decisiones económicas, como la flotabilidad del Titanic dependía de las decisiones de la tripulación después de chocar con el iceberg: la evolución del proceso se explicaba, más bien, con el Teorema de Arquímedes. Análogamente, poco podrá incidir Kicillof o De Vido en las cifras futuras de producción de YPF, en especial, cuando su destino ya ha sido escrito hace más de medio siglo, por un texano llamado M. King Hubbert. Pero empecemos por el principio.
Marion King Hubbert fue un geofísico empleado por Shell que se dedicó a investigar la disponibilidad futura de petróleo y gas. Descubrió que la producción de petróleo de una reserva experimenta una evolución parecida a una campana de Gauss: se inicia con un ritmo lento, luego se incrementa rápidamente hasta alcanzar un cénit o máximo —cuando la mitad del petróleo ha sido extraído— y a continuación la producción decae, primero lento y luego rápidamente. Es importante entender que el petróleo no se acaba nunca, sino que cada vez se hace más difícil de extraer: como un tubo de dentífrico vaciándose, siempre le queda algo más, pero al final el esfuerzo por extraer una ínfima cantidad de pasta, ya no vale el intento.
Podría plantearse, que estando en el pico de producción, según Hubbert, tan sólo se ha gastado la mitad de la reserva, o sea, queda bastante todavía: visto así, estar en el "peak oil" de la curva no parece gran cosa. Si estuviéramos hablando de un auto, tendríamos el tanque lleno hasta la mitad, ¿quién se desespera por eso?. Si la primera mitad alcanzó para todo el siglo pasado y un poco más, todavía nos queda la segunda para seguir viaje y, por ejemplo, terminar de desarrollar y consolidar las energías alternativas para reemplazar el petróleo antes que se acabe. Suena tranquilizador. Grave error. Bienvenidos al mundo de las funciones exponenciales. Para trazar una analogía correcta deberíamos imaginar que nuestro auto crece de tamaño exponencialmente —y por ende, su consumo—, aunque el tanque de nafta permanece del mismo tamaño... cuando lleguemos a medio tanque, el auto consumirá bastante más que al inicio ¿pero cuánto más?. Ahí es donde falla nuestra intuición con respecto al crecimiento exponencial.
Una economía que crece, supongamos, apenas un 3% anual (que es cercano al promedio mundial de las últimas décadas), se duplica al cabo de 23 años y medio, esto significa que si hoy consume 100 unidades de energía por año, en dos décadas consumirá 200 y en otras dos, 400. Por lo tanto, si sus reservas energéticas se han consumido hasta la mitad, por ejemplo, al cabo de 5 períodos —117 años—, toda la mitad restante se consumirá en el siguiente lapso, es decir, en apenas 23 años. ¿Por qué tan rápido? porque una economía que crece a un ritmo exponencial, cada nuevo período produce —y consume— un valor igual a la suma de todo lo anterior, ¿hace falta un grafiquito?
En ese período de coincidencia entre demanda y producción, simplemente se harán más inversiones destinadas a la industria del petróleo para descubrir y explotar nuevos pozos y adecuar la producción al ritmo que necesite la economía, entonces, el problema es puramente económico, sólo depende de que los recursos estén bien asignados. Pero pasado el cenit, la curva de producción no sólo se desacopla bruscamente de la de crecimiento, sino que pronto cae en picada. Por más inversiones que se hagan, no se puede revertir la tendencia decreciente. Pero llegado este punto, ni siquiera vale la pena preocuparse por la corta duración de las reservas. Hay otro problema más urgente: el ritmo de producción. La mitad que aún sigue disponible en los yacimientos, no se puede extraer al ritmo que necesita la economía. Es el problema del tubo dentífrico, cada vez cuesta más sacar menos. Si usamos el ejemplo del auto, poco importa calcular cuánto nos durará el combustible, el problema aquí y ahora es saber si el tanque será capaz —o no— de mandarle al carburador la nafta al ritmo necesario para que el motor siga andando. Si no, el motor se apaga.
Argentina llegó a su cenit en 1999, sólo que su propia demanda de energía era tan inferior a su capacidad de producción, que podía exportar alrededor de la mitad de lo que producía. Durante la primer década del nuevo milenio Argentina fue exportando cada vez menos, hasta que en 2011 ya era importador neto de gas natural. Mientras la curva de la demanda aumenta, la de producción cae: la brecha se ensancha rápidamente.
Lo que no se lee en las noticias, es que el problema de la baja producción propia ya no es una cuestión de economía e inversión, por más buena gestión que haya, existe un límite geológico inexorable que la Argentina ya ha cruzado. Lógicamente, el país siempre tiene la posibilidad de importar para suplir la diferencia, pero tratándose de un problema global ¿de donde importará el mundo cuando la producción decaiga en todas partes?
El salvavidas enérgetico por ahora se llama "hidrocarburos no convencionales". En el caso del "gas no convencional" imagine lo siguiente: una piedra sólida, en la profundidad de la tierra, pero con algunas burbujas microscópicas de gas atrapado en su interior. En comparación con el crudo que brotaba espontáneamente, los no convencionales son como la técnica avanzada para sacar lo último del tubo de dentífrico que creíamos vacío. Nótese que en realidad el petróleo no se ha agotado y está lejos de hacerlo —quedan enormes reservas ¡el 50% o más!— pero todos los pozos extrayendo a todo ritmo, al estar en fase declinante la mayoría, no alcanzan para cubrir la demanda. Tan delicada es esta cuestión, y tan peligrosa la brecha que se abre, que se empieza a tratar de sacar hidrocarburos desde donde no hay, y a cualquier costo ambiental.
A principios de siglo el petróleo era tan fácil de extraer que sólo con la energía de un barril se extaían otros 100. A finales de siglo pasado, se obtenían solamente 10. Esta disminución refleja la mayor dificultad para extraer el crudo a medida que las reservas disminuyen: para hacerlo llegar a la superficie, primero sólo había que taladrar un poco y esperar que aflore el chorro de petróleo, luego hubo que perforar a mayor profundidad, luego en áreas difíciles que elevaban costos, luego se necesitó bombear más y más... cada paso consume más energía en el proceso y lo hace más ineficiente debido a la inversión energética que requiere la extracción.
"Vaca Muerta" es el sugestivo nombre del yacimiento descubierto por Repsol/YPF en 2011. Gran promesa energética para Argentina —colocaría al país entre los primeros puestos de productores de gas no convencional del mundo— es señalada como una de las causas centrales que llevaron al gobierno a decidirse por la nacionalización de las acciones de Repsol. Se calcula que su valor potencial asciende a más de 100.000 millones de dólares. Sin embargo, Repsol ha dejado trascender una pretensión de apenas 10.000 millones por su participación accionaria en una empresa con semejante hallazgo en su haber. También han circulado noticias sobre la intención de Repsol de vender YPF antes de la intervención estatal ¿por qué tan poco interés ante una perspectiva tan prometedora? Ocurre que Vaca Muerta es un yacimiento no convencional o sea, como tratar de sacar gas de las piedras. La explotación se justifica mientras los precios sean estratosféricos.
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