La solfa como divulgación científica.

Hace poco me enteré de que todo lo que había aprendido sobre el principio de Arquímedes, referido a la flotabilidad de los cuerpos, era erróneo. Debí revisar toda la biblioteca y descarté los libros que decían: “Todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical de abajo hacia arriba igual a la masa del volumen del líquido desalojado multiplicada por la aceleración de la gravedad”. Esta versión destaca que, en cuestiones relacionadas a la flotabilidad, la densidad es más importante que el peso de las cosas, destaca que la forma de los barcos no es así sólo por capricho, entre otras cosas. Así, los cuerpos que desplazaran gran cantidad de líquido, podrían incluso flotar. Y en cuanto a líquidos, la flotabilidad estaba garantizada por la diferencia en densidades entre uno y otro de los líquidos en juego, siempre que no estuvieran emulsionados, claro. Desde las pantallas del canal oficial Encuentro, en un programa que intenta emular la divulgación científica conocido como proyecto.g, un señor disfrazado de cocinero me explicó, el Dr. Diego Golombek conocido ganador del premio IgNobel (Novel Indigno) por sus trabajos en la prevención del Jet-Lag usando viagra, que el agua flotaba sobre el aceite porque era más pesada que el aceite. Dos cosas, entonces, andaban mal. La primera, es que yo siempre había creído que el aceite sobrenadaba al agua, la segunda es que no lo hace por ser más liviano que el agua, sino por tener menor densidad que el agua. Todo mal, pensé. Evidentemente, había vivido casi toda mi vida profesional completamente equivocado. Tiré tablas en las que decían que el aceite era menos denso que el agua (que son todas), tiré libros que explicaban que el peso no era una magnitud relevante en este problema, tiré manuales con fotos que mostraban cómo el aceite flota sobre el agua y no a la inversa; es más, tiré la grabación de ese programa, porque en la filmación se veía claramente al aceite sobrenadar al agua, cosa que el cocinero había narrado como que sucediera a la inversa. Y me dediqué a la Óptica. Ahora, quiero decir, hace poco tiempo, el mismo cocinero pero devenido un desmitificador de pantalla chica de un excelente canal cultural, me hizo tirar los libros de óptica y ciencias afines, desde el Born y Wolf, que creí intocable e intachable, al Jackson más nuevo que tenía. Tiré un Jenkins y White que encontré por ahí, el Hecht, en suma, todo libro de óptica que tenía y otros librejos de Electrodinámica clásica que uno, en cuarenta años de Universidad, ha ido juntando al cuete. Les cuento por qué: es que este señor me explicó que puedo verme de cuerpo entero en un espejo plano porque los rayos que se reflejan arriba, no lo hacen de la misma manera que abajo del espejo. Entonces, mediante este truco, digno de la Teoría General de la Relatividad, agregaría yo si supiera algo de ese arcano, explicaba sin más el hecho. La reflexión arriba no es la misma que abajo del espejo. Yo, que siempre había creído que eran, en todo caso, los ángulos diferentes en cada margen, debí revisar mi biblioteca y descartar los libros que mencioné arriba. Los libros que tiré son aquellos que, aunque sea por aproximación, hablan de las leyes de Snell y de esas sandeces que a uno le enseñan, cuando la realidad es, parece, más sencilla. Los rayos de abajo siguen otra ley. ¡Es más sencillo señoras y señores!. Ahora tenemos arriba y abajo, es más sencillo que andar calculando con las leyes de Snell, tal como yo les hacía calcular a mis estudiantes. Ahora me dedico a la Óptica Cuántica. Veremos qué tiene para decir este señor al respecto. Planeo dedicarme a plegar papel (ORIGAMI) si me explica el fotón como pelotitas de golf o de tenis, pero chiquitas. En ese caso tiraré mis artículos y los tantos otros libros de Óptica Cuántica que anduve juntando por ahí. La televisión es un cosa seria.